Viento...
que acaricias aquella piel que yo no puedo tocar
que transportas los olores que yo no puedo olfatear
Que destrabas los intentos que no puedo emprender
Viento...
La conoces, yo no
Y tras ello las emociones que nacen en mis entrañas
Te envidian como se envidia al dios de los montes rojos
Viento...
En esos montes tu naces, vas hacia ella
Sales, entras, vives en su interior, dejas que respire de ti
Sales, vuelves a entrar
Viento... llegas a mí.
¿Por qué llegas a mí?
¿Acaso para burlarte con elegancia de mis querellas con la diosa distancia?
¿Acaso para entregarme un retazo de magia, recogida de sus cabellos negros?
Viento, me dejo llevar
Llévame hasta ella, hacia esos ojos hermosos, hacia ese gesto de excitación imaginaria
Hacia esa caricia cálida que aún no he sentido sino en mis más húmedos sueños
Hacia esa fuente infinita de energía, de carne, de promesas y de ilusión.
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