domingo, 29 de septiembre de 2013

Gabriel y Tomás

Curiosidades sobre la obra

Llevamos ya casi un año en este proyecto y hasta ahora ninguno de los dos nos habíamos detenido a escribir sobre él. Bien, hablaré sólo por mí. 'Desvaríos premonitorios' es el nombre tentativo de la saga literaria en la que actualmente estoy trabajando junto al escritor madrileño, Malvado Dylan (es evidente que se trata de un seudónimo, no se burlen tanto). No contaré aquí cómo es que lo conocí o qué circunstancias llevaron a que ambos empecemos con esta locura (porque cuando lo lean, sabrán que lo es), sólo les diré un poco en qué consiste.

La creación de dos personajes llamados Gabriel Acosta y Tomás Guerrero es el inicio de todo. Gabriel es el remedo de Dylan. Podemos decir que es un extracto de su brillantez y características básicas como el ser antisocial y reflexivo que es. Tomás, en cambio, es mi simple caricatura. Un plano exageradísimo de Rubén Ravelo. La idea en un principio era divertirnos un poco imaginando situaciones jocosas y humorísticas que se pudieran dar en un futuro y que nos incluyan a ambos (¿debería contar en esta parte que Dylan y yo no nos conocemos personalmente?). Además, nos tomamos la libertad de introducir (sin previo consentimiento) a amigos en común y a otros de nuestros entornos individuales, caracterizándolos en personajes que intenten también ser atractivos y definidos, que a su vez enriquezcan las historias (y esto es porque Tomás y Gabriel ya son lo suficientemente protagonistas). Sin embargo, conforme fue pasando el tiempo, empezaron a salir relatos mucho más armados y, creo yo, serios a comparación de la idea inicial. Sin dejar, claro está, ese toque de sarcasmo que logró que Dylan y yo nos hiciéramos amigos hace ya algunos años a través de las redes sociales (carajo, ya lo conté).

La inclusión de nuevos personajes le va dando amplitud a la saga, esto ha permitido que varios relatos ni siquiera cuenten con la participación de los 'principales'. De este modo, ya hemos sobrepasado los cincuenta relatos de 'Desvaríos premonitorios'. La verdad, estamos bastante contentos con los resultados, y más contentos aún con lo que sigue surgiendo de la idea original.

Sin más preámbulos sobre el proyecto, les presento el primer relato de la saga. Aquí quiero hacer unas cuantas acotaciones: primero, la saga no obedece a factores temporales, lógicos y/o científicos. Es decir, no pretendan hacer de esto una novela de Tolkien, a no ser que utilicen como excusa nuestro parecido físico con los orcos. Segundo, si bien es cierto que hay una evidente base en la realidad, todos estos relatos han sido creados para la saga y por lo tanto son ficticios. No diremos que cualquier semejanza con hechos reales será «pura coincidencia», puesto que siempre es probable que algún día Dylan y yo acabemos muertos en algún asalto o varados en algún burdel de Cuba, por citar sólo dos ejemplos al azar. Y tercero, esto a manera de consejo, mejor no buscarle tres pies al gato y tratar de disfrutar, si acaso hubiera, de la riqueza narrativa de estos textos, casi todos ellos hechos con mucho esmero y cariño de parte de los que los creamos y escribimos (una cuarta acotación, ningún relato ha sido escrito por los dos al mismo tiempo, cada quien es responsable de su autoría, así que si no les gusta alguno, lo más probable es que sea de Dylan).

Bien, suficiente, aquí el primer relato, con esto comenzó el sueño (?). En un principio se tituló 'Dos escritores fracasados', luego 'Lima y los viejos', decidí titularlo, finalmente, 'Gabriel y Tomás' para que se entienda que este relato es sumamente especial. Además es uno de los más cortos que creé para la saga.

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Gabriel y Tomás

Tomaban un café en la avenida Larco. Uno de ellos leía una revista mientras fumaba un cigarrillo, dejando que su taza se enfríe, odiaba el café caliente y cargado, pero siempre lo pedía así. El otro no hacía más que mirar a los alrededores, a menudo pasaba una chica linda y él lanzaba algún piropo rebuscado. Casi siempre obtenía el mismo resultado, que ellas voltearan y le dijeran «viejo verde y degenerado», aunque a veces estaban las que correspondían al piropo con una sonrisa diáfana. Él amaba cualquiera de estas reacciones y se lo solía comentar a su compañero, casi nunca recibía la respuesta que deseaba – La revista está interesante, hermano, hazme un favor y no jodas ahora – le decía. El viejo verde y degenerado sonreía apaciblemente, ya conocía a su eterno amigo. Alguna vez todo Madrid pensó que eran hermanos, luego lo pensó París, Londres creía que estaban locos. Ámsterdam apenas y se comió el cuento. Nueva York los explotó, Buenos Aires se reía de sus mentiras y Montevideo los ignoró; pero Lima, siempre tan bondadosa, los había acogido. Eran felices ahí, en los jirones del Centro y luego en los cafetines de Miraflores. Las revistas y los libros parecían no terminarse nunca, aunque siempre tenían titulares similares, fotos similares y contenidos similares. Los cigarrillos cada vez eran más, los cafés eran calientes, cargados y colombianos. Así, ellos cosechaban las siembras de antaño, de aquellas épocas en las que se conocieron y fueron jóvenes, cuando se enviaban correspondencias de un país a otro utilizando la internet – ¡Qué maravilla es la internet! – decía el más huraño. No había forma de que se separaran pues los había unido el fracaso, la desolación y la libertad de ser uno mismo, en medio del mundo de la obligación.

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