Caen gotas de sudor. Miro alrededor y sólo encuentro sombras. Sudo pero tengo frío, mucho frío. Intento abrigarme con mis brazos desnudos, pero mi cuerpo resulta muy grande y siento que sigue creciendo de manera irremediable. Alcanzo a tocarme el rostro con la yema de mi dedo índice. Sigo sudando. No veo un sólo rastro de luz en esta habitación. Todo está oscuro pero a la vez impoluto, lo sé porque no respiro moléculas de suciedad, lo cual sucedía cuando todo era luz. Ahora que todo es sombra, todo resulta limpio, excitante, exquisito, aunque no sé cómo sé todo esto porque apenas y puedo sentir las gotas de sudor deslizándose por todo mi rostro, mi tórax y luego mis piernas. Algunas gotas caen en mis brazos desnudos, esos que intentan abrigarme insatisfactoriamente. Mis gotas son frías y grasientas. Es evidente que estoy fusionándome con la oscuridad, me voy limpiando por cada gota que rebalsa de mi cabeza ya sin cabello, porque el cabello se me había caído antes de estar aquí, cuando aún veía luz y suciedad por todos lados. Intento caminar y mirar a mi alrededor buscando una luz de manera estúpida, pero no la encuentro y me siento más tonto aún. Sólo sé que debo andar, que debo caminar, seguir andando. Mientras camino voy dejando rastros de mi sudor sucio en el suelo que no alcanzo a ver, o acaso estaré volando. Siento sequedad, siento frialdad. Sigo sin ver luces pero siento que veo mejor que antes, que cada vez veo más claro este vacío sempiterno. Me gusta, me gusta estar aquí. Está limpio y sé que me sentiré mejor cuando se me terminen las gotas de sudor y sólo queden rezagos de mi pureza.
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