lunes, 23 de septiembre de 2013

Cielo

Bajo aquel sol de junio, el viento cambiaba de dirección, junto a su cabello largo y oscuro. Su cabello dibujaba sombras fantásticas sobre el césped, me encantaba verlas e imaginar figuras moviéndose como en las tiras cómicas. Cómica era la manera en que me ponía cuando ella volteaba a verme, con ese rostro hermoso y serio, con esa mirada fija y concupiscente. Mi mirada, en cambio, no expresaba más que desesperación y nerviosismo; ella lo notaba y esbozaba una sonrisa poderosa. Poderosa fue la manera como me enamoré de ese hito abyecto que tan bien nos separa. Ella, una gobernadora de brillantes ideas, una constitución política con torneado torso y deliciosos muslos. Yo, un vagabundo sumergido en guano, esperando vender algún día sus ridículos sueños e inocuas proezas de barrio. De cuando en cuando imagino que esas figuras somos ella y yo, tratando de entendernos en el amor. El amor no entra en contubernios con las fuerzas naturales, mucho menos con las sociales. La sociedad no conspira conmigo para poder tocarla. Tocarla es lo último que quiero hacer ahora, sería como ensuciarla. La suciedad me acompaña, me guía hacia las metas que alguna vez me pusieron, en la lejanía, los que se burlan de esta completa ironía. Irónicamente escucho ahora: «cielo, no estás bien».

No hay comentarios.: