Había dejado sobre la mesa de la cocina, muy contento él, un panetón y un vale para canjear un pavo de cinco kilos.
- ¿Y esto?
Doña Francisca, medio extasiada aún, se preguntaba si aquello era real o una cruel broma de su hijo, normalmente muy bromista. Él sonrió y luego la abrazó manchándola un poco con su sudor. Su padre, don Evaristo, fue testigo de la escena y luego no pudo ocultar su emoción. Finalmente, su joven retoño, convertido cada vez con mejor forma en un futbolista profesional, empezaba a dejar algunos frutos de su esfuerzo. Aunque a los Rodríguez Gómez no les faltaba nada pues eran gente trabajadora, tampoco les sobraba nada en la dispensa, sobre todo en navidad. Pero ahora sí, con lo que había traído su hijo único, ya tenían de qué presumir para fiestas en un barrio donde comer pavo y panetón en esas fechas era algo para ricos.
- Así pues, el año pasado no pude conseguirles nada, pero ahora ya me bajaron algo de sencillo. Ya era hora, ¿no?
Adolfo Rodríguez tenía dieciséis años. Jugaba entonces en la reserva del Sport Boys. Aunque, valgan verdades, era hincha del Alianza Lima. Se había probado varias veces en el club de sus amores, pero la famosa argolla le impedía ser seleccionado, sí, ha de haber sido la argolla, pues el chico era muy talentoso. «Un ‘10’ de aquellos» dirían los viejos conocedores. Te daba la pelota limpita, muy buena técnica, tenía un quiebre endiablado y una velocidad que para qué te cuento. Por todo esto y porque era un zambo algo retaco pero macizo, en el barrio de Castilla lo conocían como ‘Pelé’ Rodríguez. Qué jugador el negro. No hablo de Pelé, hablo de Rodríguez. Y al fin unos directivos tuvieron ojo y empezaron a darle algo de plata los fines de mes, como para que no se desanime.
Se levantaba tempranito todos los días para ir a entrenar al Miguel Grau. Ahí, con el olor a pescado de los amaneceres chalacos, le daba decenas de vueltas a la cancha y luego practicaba táctica y definición con el profesor Jiménez, exjugador del Boys que se ganaba la vida ahora entrenando mocosos. Lo bueno es que en el Callao siempre habrá talento, te digo. A pesar de que ya tenía casi un año entrenando para debutar con la ‘rosada’, no tuvo oportunidades en el primer equipo, y se ganó apenas unas alternancias en la misma reserva. Es que había un chiquillo en su puesto que era titular indiscutible, ¿quién crees?, claro pues, el hijo del alcalde, un tal Alcocer. Pero los directivos sabían que el niño rico pronto se aburriría porque jugaba al fútbol por no tener nada más que hacer en su casa. Por eso retenían a Rodríguez, porque pronto, cuando el otro se fuera, él sería el titular.
Sin embargo, hay que decirlo, no era una situación muy cómoda para él estar detrás de alguien que no era mejor jugador para nadie más que para el alcalde. Así que empezó a evaluar su partida muy en serio. Volvió a probarse en el Alianza y lo volvieron a chotear. Te lo juro, ¿qué pasa con Alianza?, no me lo explico. Ya un poco desesperado se probó en el Cristal, y ahí como que le dieron algo de bola. Lo volvieron a citar para una segunda preselección, pero Rodríguez se desanimó porque en el fondo no le nacía ser celeste. Recibió una llamada de la ‘U’. Uno de sus agentes cazatalentos lo vio en un partido Boys versus Cantolao. ‘Pelé’ entró al minuto ochenta y dos por el hijo del alcalde. Le bastaron ocho minutos para meter dos golazos, uno de ellos de tiro libre, con la pelota bombeadita sobre la barrera, como tanto nos gusta, ¡qué rico gol!, y como si fuera poco le hizo un pase milimétrico al goleador del equipo, quien no perdonó y así voltearon el partido y ganaron, ¿quién era el goleador?, no recuerdo su apellido, pero era un chiquillo que al toque fue promovido (te digo, a los delanteros goleadores sí los promueven al toque, ¿será que es lo que más le falta a los primeros equipos de todos los clubes o acaso es que los venden más rápido y a mejor precio? A la franca yo prefiero a los volantes).
Te decía, el agente lo vio y hasta lo grabó con su cámara del celular. Le pasó los videos a la gente de la ‘U’ y entonces lo llamaron pues, ¿tú crees que aceptó?, nada, terco el zambo, no quería saber nada con la ‘U’. Estaba esperanzado en que algún día iba a estar en el Alianza. Dicho sea de paso, casi todos los chibolos de la reserva, sus compañeros de equipo, tenían el mismo sueño. Debe ser que Alianza es vitrina, quizás, no lo sé con seguridad, te soy sincero.
- Me llamaron las gallinas. Ni cagando juego ahí. Prefiero irme al Muni o a algún equipo de barrio. A la firme.
- Hijo, no seas huevón. Yo soy recontra hincha de Alianza, más que tú y todos tus amigos juntos, pero primero está tu futuro. Ya pues, no te vayas a la ‘U’, pero pruébate en Cristal. Ahí puedes hacer carrera y ya luego se te abrirán otras puertas. Pero no seas huevón, en Alianza hay mucha argolla…
El viejo Evaristo la tenía clara. Sabía que si su hijo se quedaba en el Boys no iba a tener futuro. ¿Quién sabía hasta cuándo se iba a quedar el hijito del alcalde?, nadie, compadre. Era una moneda al aire, pues. Y así al mocoso lo invadió la duda y el tiempo siguió pasando.
Al cumplir los diecisiete le pasó lo peor que le podía pasar en ese momento: se enamoró. La chibola era un cuero. Para qué, bien rica. Era hija de un aguatero del club y siempre se sentaba en la tribuna, toda coqueta, a ver los entrenamientos. Muchos se le acercaban pero al final la chibola los choteaba. Parece que desde el principio le había echado el ojo a ‘Pelé’, y ya pues, después de idas y vueltas cayó redondito el muchacho. Pero no vayas a pesar que soy anti romántico o algo por el estilo, ah. El problema no es sólo que se enamoró, sino que la terminó embarrando. Sí pues, la embarazó. Lo peor es que ella no era del Callao, sino de norte chico, de un pueblo llamado Nuestra Señora del Consuelo, entre Puerto Supe y Barranca, cerca del mar. Un lugar recontra humilde, casi un asentamiento humano, para que te des idea. El papá de la chica los ayudó en cierta forma, dándoles un cuarto que le sobraba allá en su pueblo, para que vivan juntos, así que Rodríguez, tan terco él, luego de convencerse de que no tenía futuro como jugador en Lima y resignado a buscar algún otro oficio para mantener sus nuevas responsabilidades, tuvo que dejar a su familia e irse con la muchacha y con su calato aún sin nacer.
Después nació Ramiro. Le puso así por una canción de Rubén Blades, creo, es algo que no recuerdo bien. Ya tenía dieciocho años y había conseguido trabajo como reponedor en un supermercado. Pero no pasó mucho tiempo para que el fútbol lo vuelva a llamar. Es que estaba en su sangre. Se enteró de que en su nuevo barrio había un club deportivo en formación llamado ‘Hijos del Consuelo’. Llegó un fin de semana a la canchita. El equipo estaba en pleno entrenamiento. Habló con el entrenador con la franqueza que lo caracteriza, lo agarró frío y aceptó la propuesta; se probó delante de todos y a todos los dejó boquiabiertos; demostró que a pesar del año de para que había tenido mantenía intacta su calidad técnica y su habilidad como creador. Como era de esperarse, pasó de frente a formar parte del equipo titular. Desde entonces lo vemos ahí, partido a partido. Y el resto de la historia ya la conoces; se hizo la leyenda. Ese ‘Pelé’ Rodríguez. Jugadorazo. El ’10’ que tanto necesitaban por ahí. El negro se volvió un hijo más del Consuelo.
***
- ¿Ya viste al nuevo?
- ¿Cuál?, ¿el zambo?
- Sí, ese
- ¡Claro pe’!, buenazo, ¿no?
- Sí, jugadorazo, parece profesional.
- No parece, ¡es!
- Anda…
- Claro, ¿no sabías?, dicen que jugó en el Boys, en la ‘U’, en Alianza, en Cristal, y que hasta tiene experiencia internacional.
- ¡No jodas!, ¿y qué hace acá?
- Para que veas pues…
- Para que vea pues qué. Seguro la cagó por borracho. Típico del fútbol peruano.
- Nada, dicen que era un poco mujeriego y que eso lo estancó. Pero todavía está chibolo, de repente la hace.
- A la firme sí, pero no quiero que se vaya. Juega de puta madre. Estábamos cagados en el interbarrio, y ahora, gracias a él, con un par de victorias más ya estaremos en la final por primera vez en nuestra historia.
- Sí, de verdad que sí. Juega de puta madre el zambo. Ojalá no se vaya nunca.
- ¿Ya viste al nuevo?
- ¿Cuál?, ¿el zambo?
- Sí, ese
- ¡Claro pe’!, buenazo, ¿no?
- Sí, jugadorazo, parece profesional.
- No parece, ¡es!
- Anda…
- Claro, ¿no sabías?, dicen que jugó en el Boys, en la ‘U’, en Alianza, en Cristal, y que hasta tiene experiencia internacional.
- ¡No jodas!, ¿y qué hace acá?
- Para que veas pues…
- Para que vea pues qué. Seguro la cagó por borracho. Típico del fútbol peruano.
- Nada, dicen que era un poco mujeriego y que eso lo estancó. Pero todavía está chibolo, de repente la hace.
- A la firme sí, pero no quiero que se vaya. Juega de puta madre. Estábamos cagados en el interbarrio, y ahora, gracias a él, con un par de victorias más ya estaremos en la final por primera vez en nuestra historia.
- Sí, de verdad que sí. Juega de puta madre el zambo. Ojalá no se vaya nunca.