martes, 15 de octubre de 2013

Patria

Un ladrón peruano en Barcelona se ha vuelto el más respetado del lugar entre todos los criminales sudamericanos. Se especializa en robar los autos más finos y hermosos a catalanes adinerados. Al terminar sus robos suele hacer fiestas pomposas en su domicilio muy bien acondicionado, esto siempre y cuando no haya tenido que matar a nadie (si su trabajo se mancha de sangre opta por no celebrar su éxito). Pone a todo volumen música del ‘zambo’ Cavero, Eva Ayllón y Lucía de la Cruz. A veces va un poco más allá de lo costeño y continúa con música andina tanto instrumental como cantada, aquí sobresalen el ‘indio’ Mayta y Amanda Portales. Todos los peruanos de su calle se acercan a su casa y comparten con él cada momento de su fiesta. Beben mucha cerveza y vino borgoña y magdalena, ron puro, trago corto, cañazo y aguardiente, como lo hacían en el Perú antes de su migración, y hablan de lo bueno que es su anfitrión, de su don de gente, de su generosidad, y de que, gracias a peruanos como él, el patriotismo sigue latente en todos los países – el Perú nunca morirá mientras suene el ‘zambo’ Cavero en una fiesta de callejón – comentaban. Bailaban. Se alegraban. En medio del jolgorio, el celebérrimo ladrón peruano se obsequia un pequeño momento de nostalgia para recordar a sus hermanos y amigos en Lima, algunos de ellos en prisión. Derrama algunas lágrimas y propone una breve oración para que su poder superior los ilumine y les dé la bonanza que él ahora recibe. Al día siguiente, algo afectado aún por el licor pero con el optimismo de toda la vida, sale de casa a seguir trabajando, no sin antes realizar un ritual que aprendió de un policía en una comisaría de Lima donde estuvo recluido hace muchos años, cuando aún era muy joven e inexperto: se persigna ante su vieja y pequeña imagen de Sarita Colonia, y luego hace otra breve oración dirigiéndose al cuadro bendecido del Señor de los Milagros que tiene en la sala: «ilumíname, Señor, en este día oscuro, para que todo me salga bien y pueda seguir ayudando a mi familia y amigos. Amén». Cuando alguna vez le preguntaron por qué realizaba siempre este rito, él respondió: «esos policías que me capturaron tuvieron éxito al agarrarme, entonces pensé si Dios me ayudaría a mí también con oraciones, si se supone que ante Él todos somos iguales. Y funcionó. Ahora me ayuda».

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