viernes, 4 de julio de 2014

Yanae Rupay

A propósito de planificaciones. Se acercan fiestas patrias y todavía ronda por mi mente hacer un pequeño viaje a la sierra, algo que suelo hacer cada vez que me lo permite la rutina capitalina. Mi afición al ande, sin embargo, nunca me ha llevado a escribir algo pretenciosamente costumbrista o indigenista -temo, y de hecho sé que es así, no estar a la altura de lo esperado ni siquiera para alguien de mi incipiente nivel literario. Si se habla de indigenismo o costumbrismo muchísimas figuras peruanas vendrán a nuestras mentes; pediré de favor que los dejen de lado un poco antes de leer lo que sigue. Tomen esto como una solicitud de afecto, no necesariamente de reconocimiento gratuito-, hasta hoy, que inspirado por esos pequeños chispazos de lo cotidiano me reservé un breve espacio en el día y escribí esta corta lírica que bien me gustaría acompañar algún día con una zampoña, una quena o un charango; si acaso conozco a alguien que sepa tocar estos maravillosos instrumentos, o con suerte me enseñe a hacerlo.

Yanae Rupay

Bajas rauda como relámpago en plena tormenta
Yanae Rupay,  musa intacta y misteriosa
Pura vida, amable diosa, vienes y te sientas
A mirarme tiernamente con esos ojos imponentes

Yanae Rupay,  si te quedaras más tiempo
Las cenizas de los muertos ya resucitarían
Una a una yo mismo las armaría y formaría
Regalarte un mundo nuevo y no te tengas que ir

¡Ay, perfecta mujer!, ¡bajas de noche y me miras!
No regales más miradas, te lo pido de favor
La locura me sonríe mostrándome tus dientes
En mis ratos impacientes te pienso sin pudor

Cómo quisiera, mi amada, en mi monte tenerte
Abrazarte fuerte mientras llegan las estrellas
Contarlas con dedicación en la sombra del zarzal
Y besarte en la frente mientras te ofrezco mi vida

Saltas de mis sueños, Yanae Rupay, y llegas aquí
Como ave sin alas de piernas fuertes y hermosas
La cintura lisa donde mi alma se posa
En ti duermo, sin ti despierto, y te vuelves a ir.

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