lunes, 28 de febrero de 2011

Kevin y el mar

Había tratado de calmarse después del entrenamiento de la tarde. El profe Jacinto le aconsejó: "tranquilo, hijo, esto es así, a veces estás arriba, otras abajo, tienes que aceptarlo, esto es fútbol; ándate a lavar la cara y mañana vienes con pilas, ¿ok?" - Kevin lo miró con cara de resentido, siempre fue su especialidad. Le había resultado en el colegio, con el profe Chirinos. Tremendo tonto, siempre le aceptaba sus engreimientos. Ahora, con Jacinto, era distinto. El profe sí era exigente y no iba a aguantar pulgas.

- "Profe, ¿ayer no recibió alguna llamada para mí?"
- "Claro, la de Totoras, te lo dije temprano, ¿por qué me lo vuelves a preguntar?"
- "Profe, están preguntando por mí, me quieren jalar a otro equipo."
- "¿Y?"
- "Nada profe, sólo que tengo que jugar pues, sino cómo me van a ver"

Un silenció se apoderó de Jacinto durante un par de minutos. Kevin no decía nada, permanecía quieto, creyendo que su nombre volvería a aparecer en la lista de titulares para el partido del fin de semana. Era sólo cuestión de tiempo, pensaba. Tenía que esperar, pero esperó en vano. Jacinto tomó la pelota y la pateó con toda su fuerza hacia uno de los arcos de la canchita. La pelota no entró, se fue apenas afuera. Entonces dijo:

- "¿Jiménez, fue gol?"
- "No, profe, pero pasó cerquita"
- "Pero, ¿fue gol o no?"
- "No, profe, ¿por qué la pregunta?"
- "La carrera de un futbolista es igual que esa pelota. O bien puede entrar al arco y hacerla, o bien puede pasar cerca y no hacerla. Y al igual que la pelota, cuando no logras tu objetivo le das la chance al rival para que sí lo haga. ¿Sabes qué es lo peor?, que hay gente que te va a celebrar el "casi gol", entonces puedes elegir entre quedarte con tus "casis" o lograr cosas importantes. A mí no me interesa que tú seas el jugador más telentoso del equipo, a mí me interesa que juegues bien y hagas lo que tengas que hacer, nada más. Espero que lo tomes de la mejor manera. Tienes hasta mañana en la mañana para sentar a Pacheco. Ahora vete a tu casa y piensa".
- "Ya, profe".

Lo que no sabía el profe Jacinto, es que Kevin no quería ir a su casa. Lo esperaba el olor a licor y a cigarro. El olor a vómito de varios días. El perro que no comía. El llanto de Carlitos, Juanito y Gustavito. Las amenazas de suicidio de su madre. El puño derecho de su padre. Kevin ya no quería volver. Sabía que la única solución era que llegara ese ansiado día en el que cumpliría 18 años. Para sacar su DNI, firmar por cualquier club que le pagara un sueldo y luego irse sin posibilidad de retorno.

Ahora estaba frente al mar. Un barranco habitaba bajo sus pies el sofocante vacío de un verano que ya se iba. La decisión era suya, ¿y si la muerte fuera mejor que una vida llena de sacrificios?, no lo podría saber. Se sentía como su madre. Eso le daba lástima y a la vez lo ponía furioso. De inmediato recordó lo que le decía aquel profesor de educación física en primer grado: "anda siempre hacia adelante, los goles se hacen arriba, no abajo". El fútbol le daba fuerza. Por eso no lo dejaba. No podía hacer otra cosa mejor. Era un burro en matemáticas y apenas podía escribir un párrafo completo en sus clases de Lengua. Acabó el colegio porque jugaba bien al fútbol. Kevin pensaba entonces que así sería la vida. Quizás se equivocaba, quizás no.

(Ya Kevin, mañana hay entrenamiento, hay que sentar a Pacheco, ¿quién chucha es Pacheco?, tú eres mil veces mejor que ese mongolito. ¡Vamos, carajo!)

Kevin iba a su casa a paso lento, cuando escuchó la voz de un joven que lo llamaba a lo lejos:

- ¡¡¡Jiménez!!!
- ¡¿Qué fue?! - Respondió Kevin, aún sin identificar al que lo llamaba. La figura lejana y difusa se fue haciendo cada vez más nítida. Aquel muchacho le dijo: "Hoy te quedas en mi jato, Jiménez, mi viejita me dijo que sí, pero suave nomás que la vez pasada me hiciste quedar despierto hasta muy tarde, recuerda que tenemos que entrenar mañana; aunque podemos jugar Nintendo un ratito" - Kevin respiró hondo. Miró hacia el cielo y luego regaló una sonrisa repleta de comprensión. Finalmente, antes de partir junto a su gran amigo, Kevin le dijo:

- "Gracias, Pacheco, muchas gracias" - El sol se ocultaba tras el mar y el mar, brillante, los vio marchar.

(Extracto de "Hijos del Consuelo")